CRITICAS





Obra de teatro: La Coronela
TEATRO-CRITICA (CARTELERA)

GRAN TRABAJO DE ISABEL QUINTEROS EN SU UNIPERSONAL

Buenos Aires, 3 de junio (Télam, por Héctor Puyo).- La actriz Isabel Quinteros cumple un sensible y movilizador trabajo en el unipersonal "La coronela", de Alicia Muñoz, que con dirección de Néstor Sabatini se ve en el Centro Cultural Caras y Caretas.
Autora de "Justo en lo mejor de mi vida" y "Soñar en Boedo", entre una veintena larga de títulos, Muñoz imagina la tragedia de una criolla bonaerense a la que se le niega el cadáver de su esposo, caudillo federal, fusilado durante las postrimerías del gobierno de Rivadavia.
La ausencia de ese cuerpo aviva la rebelión de la mujer y al mismo tiempo le revela las complicidades con los asesinos de sus supuestos aliados -un obispo, por ejemplo-, así como la adhesión fervorosa de los sectores populares, identificados con su líder.
El hombre había luchado durante las invasiones inglesas y agitado junto a Moreno y Belgrano en la Revolución de Mayo, pero luego se plegó a la tendencia perdedora de aquella gesta, Caseros mediante, y hacia 1827 sería un "traidor" para los unitarios.
El episodio es ficticio pero bien podría haber tenido nombres y apellidos propios en el tumulto de ese siglo XIX generador de dicotomías y enemistades sangrientas, en el que la "coronela" se vuelve una Antígona más cercana y tangible.
La historia argentina se cruza a cada paso con los pesares de la mujer, aún la reciente, con ecos del fusilamiento del general Juan José Valle o de la desaparición de los restos de Roberto Santucho durante los años de plomo. Y otros hechos que dependen de la pericia dramática de Muñoz y de la memoria de la platea.
La historia argentina se prolonga puertas adentro, porque la autora imagina conductas dispares en los hijos de la pareja tras la muerte del padre, orgullos y vergüenzas de la madre, alguna personalidad -el hijo memor- inteligentemente escamoteada.
Quinteros recorre el intrincado y pequeño escenario del Caras y Caretas, corporiza a personajes con los que dialoga, interpela directamente a los espectadores adjudicándoles diversas personalidades, hace visible la presencia de sus fantasmas.
El trabajo de la intérprete es de una sutileza notable en la que la actriz salvadoreña -residente hace años entre nosotros- muestra una técnica clásica y depurada, despojada de ese naturalismo ramplón de los que se representan a sí mismos.
Aporta asimismo un adecuado tono de voz, con modulaciones que pueden pasar de la furia al dolor y aún por sutiles evocaciones sensuales con su hombre. La ayudan el vestuario y la mínima escenografía -casi utilería- de Alicia Vera y las muy eficaces luces de Ariel Bonomi.
Esa suma es también responsabilidad del director Sabatini, hombre que sabe manejar pequeños artilugios, de quien se vio en 2006 una versión de "El hombre de la flor en la boca", de Luigi Pirandello, en la Asociación Dante Alighieri, de Belgrano.
Funciona muy bien la música de Mariano Cossa, atemporal y contundente, aunque el sonido en algún momento tapona las palabras de la actriz.
"La coronela" se ofrece en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330), los sábados a las 21.(TélamBoom de unipersonales femeninos- Por Norma Dumas).-